"Es una historia triste la del pájaro Dodó..."


Es una historia triste la del pájaro Dodó, quizá una de las que mejor simboliza la extinción de especies que sabe provocar el ser humano.

Somos especialistas en aniquilar hábitats con sus inquilinos dentro.

Al suroeste del Océano Indico, unos 900 kilómetros a la derecha de Madagascar se ubica la isla Mauricio, República de Mauricio desde 1968.

En el S. XVI los inquietos portugueses llegaron a sus costas pero la isla permaneció más bien deshabitada hasta 1638 en que fue colonizada por holandeses. Ellos la bautizaron así en honor del príncipe Mauricio de Nassau.

Los navegantes de Holanda y Portugal habían descubierto a su llegada a esta isla un peculiar animal, un ave desconocida de casi un metro de altura, una especie de pavo con culo gordo y alas ridículamente cortas. Sencillamente no podía volar. Lo bautizaron “Dodo”, algo así como “tonto” o “bobo” en lengua coloquial portuguesa, por ser muy manso y confiado y por el aire torpón de sus movimientos.


El Pájaro Dodo (o Dodó según otras fuentes) era un producto evolutivo típico de las islas. Durante miles de años no había conocido ningún depredador natural, ya que no existían mamíferos en la isla. En consecuencia perdió la necesidad de volar y sus alas se atrofiaron mientras desarrollaba unas patas robustas y grandes.


Por lo que se sabe, que no es tampoco mucho, el Dodó se alimentaba de los frutos caídos de los árboles y anidaba en tierra. Era tal su candidez que, según se cuenta, bastaba con atrapar un ejemplar y ante sus graznidos todos los demás acudían a ver qué pasaba. Fue presa fácil de marineros ociosos y aburridos que además destrozaron su hábitat principal, los bosques de la isla.

Miles de años de pacífica existencia no sirvieron de nada ante la conducta desquiciada de seres humanos que se entretenían en matarlos a palos con suma facilidad. Una deforestación acelerada y la introducción de depredadores extraños culminaron la extinción del pájaro Dodo en apenas ochenta años (hacia 1681 se calcula que debieron de sucumbir los últimos ejemplares).

En 1755 el director de un famoso museo de Oxford, depositario del último dodó disecado, ordenó quemarlo porque tenía una desagradable capa de moho. Un empleado, que tuvo un par de dedos de frente más que el director, sólo pudo rescatar del fuego la cabeza y parte de una pata.
Es paradójico que los científicos anden tras antiguos fósiles de este animal tan reciente cuya desaparición podía haberse evitado. Las pocas fuentes que hay del Dodo son unas ilustraciones, unos pocos restos óseos… y relatos de ficción.
En “Alicia en el país de las maravillas”, de Lewis Carroll, aparece personificado como un ser absurdo e irreal. Los dibujos del almirante Wolfert Hermenszoon (1601-1603), en los que a su vez se basó Tenniel (el ilustrador de Alicia) son los que sirvieron para reconstruir el aspecto de los dodós.
Lewis Carroll, cuyo verdadero nombre era Charles L. Dodgson, estaba aquejado de una leve tartamudeo que le hacía vacilar al decir su nombre: “Do… Do… Dodgson”, por lo que eligió al simpático bicho como su propio símbolo.