CERO PATATERO

Estamos muy ufanos. «Semos los más mejores». Hemos ganado el Mundial de fútbol. Dominamos el tenis con el portentoso Nadal. Tenemos al joven fenómeno de la MotoGP, que con su estilo arroutado ha acabado con el imperio de Rossi. Si no le salta la tapa del delco o no se le empaña la visera del casco, Fernando Alonso todavía puede volver a conquistar el campeonato de fórmula 1. Y luego está Gasol, con todos sus anillos; y el Barça y el Real Madrid, que son la aristocracia del fútbol planetario; y Contador, el rey sol del Tour (al menos por ahora, a la espera de que cante el laboratorio)... Qué gran país. Somos una potencia, un referente.
Y somos también muy creativos. Hemos inventado el botellón, el futbolín, la fregona y las corridas de toros. Ahí es nada.
Eso sí: hace exactamente 51 años que no ganamos un premio Nobel en ciencia. El último fue Severo Ochoa (tras desarrollar todo el grueso de su carrera en Estados Unidos, claro). Desde entonces, cero patatero.
Se nos llena la boca con el I+D+i. Zapatero incluso ha inventado un Ministerio de Ciencia e Innovación, con su inefable sede de diseño y su ministra (desconocida para la mitad de los españoles). Nuestra universidad, que va camino de tener un campus en cada pueblo, vive en un festín de congresos y conserva íntegra toda la solera de la vieja pompa. Pero tan magnífica no debe ser, pues cuando llega la prueba del algodón, los premios Nobel, no rascamos pelota.
Vean los premios de este año: el de Física es para dos rusos; el de Química, para un estadounidense y un japonés; el de Medicina, para un inglés; el de Economía, para dos estadounidenses y un chipriota. España no existe a esos efectos. Tampoco aparece ninguna universidad española entre las cien más prestigiosas del mundo.
Solo siete españoles han ganado el Nobel, todos de Literatura, excepto los de Cajal (1906) y Severo Ochoa (1959). Si nos comparamos con países de nuestro entorno es para ruborizarse: Italia ha logrado doce premios Nobel científicos; el Reino Unido, 116; Francia, 54; la pequeña Suiza, 20.
Un país que no patenta, que apenas inventa, se convierte en un segundón, un zombi gregario de la creatividad ajena. Aunque parezca soso y nada épico, España iría mucho mejor si en vez de presumir de los números uno del tenis y las motos pudiese alardear del mejor físico y el mejor investigador médico. Pero el saber tiene mala venta en un país aborregado, que rinde una estrambótica pleitesía a Belén Esteban y considera un tratado de alta filosofía las meditaciones de pensadores como Leo Messi («una vez quise leer un libro, pero a la mitad ya no pude más»), Javier Bardem o Leire Pajín.
Luís Ventoso
VIDAS EJEMPLARES. La Voz de Galicia.