MANDAN LOS NIÑOS

Educar no es consentir. Ni mirar hacia otro lado. Ni echarse la culpa unos a otros. Solo hay una manera de educar que es decir no. No, alto y claro, cuando toca. No se educa en las jugueterías. Ni se educa con un caramelo tras otro. No se educa a base de caprichos. No se educa con videojuegos sin control. Ni con Internet en la habitación del niño para que así no dé la lata. No se educa con televisiones por toda la casa y los dibujos mañana, tarde y noche. Y con pantallas de vídeo en los coches. Ni con cascos para atronarlos con música y que se olviden de escuchar la voz de sus padres. Vivimos en una sociedad viciada, en la que muchas veces parece que mandan los niños. Se ve cada día en el parque. Es la niña la que manda callar a la madre. Es el nieto el que le levanta la mano al abuelo. Los padres, a veces, solo son esclavos que se matan a trabajar para que al niño no le falta de nada. No se consuela con consolas. Recurrimos a lo fácil, porque estamos cansados. Si les niegas algo, hay que seguir negándoselo. Ya hay padres gallegos que piden ayuda a las fiscalías al verse incapaces de controlar a sus hijos. Ya hay familias que se asesoran en la primera asociación de víctimas creada en Cataluña para intentar controlar a estos hijos que dejan de ser el niño amado y pasan a ser dictadores sin escrúpulos. Educar es aprender a decir no, el lunes y el miércoles y el jueves. Aunque duela.


César Casal