Que estudien ellos

Hace más de cincuenta años que España recibió su último Nobel científico: el de Severo Ochoa, que durante más de tres décadas fue ciudadano estadounidense. A principios del siglo pasado, Santiago Ramón y Cajal fue galardonado también con tan alta distinción. Ambos conforman la nómina española de eminencias científicas distinguidas con el Nobel. Por supuesto, no tenemos ningún premio de Economía ni de Física ni de Química. Nuestras universidades no están entre las cien primeras del mundo. Nuestros resultados en niveles de lectura, conocimiento e investigación resultan ridículos: a los informes objetivos realizados por diversas instituciones me remito. Pero somos campeones de Europa y del mundo de fútbol y baloncesto; tenemos a Nadal, Gasol, Alonso y Contador. Tenemos, también, el hartazgo de escuchar que estos son paradigmas para la juventud. No lo pondré en duda. Son magníficos ciudadanos, pero desearía que alguna vez nuestros modelos fuesen los hombres y mujeres que, abnegados y renunciando al oropel social, se dedican al estudio, la creación, la ciencia, la cultura. Apenas los citamos en las crónicas de actualidad. España parece consagrada al deporte (profesional) y ha dado la espalda al saber verdadero: ese que marca el progreso de las civilizaciones más que una pelota. Desde el histrionismo unamuniano no ha cambiado nada. «Que inventen ellos», decía don Miguel. A nosotros nos queda la algazara de levantar copas y brindar por la bonhomía de nuestros deportistas. ¿Estudiar? Para qué. Deportista profesional, muchacho. Estudiar, en España, es perder tu tiempo.
Xosé Carlos Caneiro
La Voz de Galicia. EL EQUILIBRISTA